Inclemencias Climatológicas

Erase una vez, una vez muuuuy lejana. Erase una vez una ciudad chipiritiflautica a las faldas de una gran montaña, en el principio de un extenso y verde valle, al este el mar y al oeste el bosque, construida por los mejores arquitectos de la época, con los mejores materiales y los mejores esclavos; cosmopolita, cuna de culturas, habitada por millones de personas, entre ellas de las mas ilustres. En esa ciudad se encontraba, cerca del ayuntamiento, a la derecha de la Plaza de las Fuentes de cerveza y ala izquierda del Parque de los Árboles Contadores de Chistes, justo enfrente del Circo; el mejor Bar de toda la tierra.

Era sabido que en dicho lugar se servían las mejores Cañas y sobre todo el Mejor Pulpo, que ni siquiera el paladar del Altísimo podía resistirse, de hecho solía parar por allí.

Y el secreto de esta reputación recaía en su cocinera, la cual tocó un día las pelotas del Pulpo Anciano, Padre de todos los pulpos, que vivía por allí cerca, y sus manos quedaron mágicamente impregnadas con el secreto de la mejor cocción de este cefalópodo.

Ella era una chica joven, guapa, atractiva, alta, esbelta, simpática, educada, de buena familia, culta, soltera, con estudios, medidas perfectas, ojos verdes, pelo negro azabache, nariz fina, pómulos resultones, orejas pequeñas, piernas largas, vegetariana, usaba gafas para leer, su sueño era ser sexadora de pollos, operada de apendicitis y amígdalas y con tres muelas del juicio fuera; que se llamaba Maria Sarmiento y un día se fue a cagar al monte, se la llevo el viento y se jodió el Bar.